Durante los primeros años de vida los niños con Síndrome de Down muestran signos emocionales positivos y que tienen un punto fuerte en el funcionamiento socio-emocional. Al mismo tiempo que presentan obstinación y personalidad con una voluntad firme, tendencia a la persistencia de las conductas y resistencia al cambio.
En general, tienen un grado de adaptación social aceptable, por lo que su incorporación a centros escolares ordinarios se produce de forma natural y sin excesivas dificultades. Se muestran interesados en el contacto social, mantienen buenas habilidades de interacción interpersonal, son comunicativos y responden a las demandas del entorno; comprenden bastante bien las pautas no verbales y los indicios o pistas sociales, relacionadas con las normas de funcionamiento social.
Por el contrario, el nivel de interacción espontáneo es bajo; suelen ser dependientes de los adultos, especialmente en las primeras etapas de escolarización, llegando a darse problemas de aislamiento en situaciones de integración; suelen jugar solos porque así lo eligen, ya sea por su dificultad para seguir las normas o por la rapidez de los estímulos que les desbordan, prefiriendo seguir su propio ritmo; es habitual que les guste jugar con niños más pequeños. (Ruiz Rodríguez, E., 2009).
Por tanto, en lo relacionado a las habilidades sociales muestran un desarrollo parecido a la normalidad aunque es más lento y las reacciones afectivas son menos intensas (sonrisa social, risa, miedo al extraño), puesto que sus recursos para conectar con el ambiente no son tan eficaces, el niño con Síndrome de Down no obtiene demasiada información de él. Por otra parte, a más hipotonía mayor atraso en aparición de conductas afectivas.
Existen una relación importante entre habilidades sociales y las habilidades de autonomía personal. Estas influyen en el desarrollo personal, en la aceptación por parte de los demás y, por tanto, en una auténtica integración social.
La autonomía personal debe considerarse como la capacidad que tiene la persona para desarrollar una vida lo más satisfactoria e independiente posible en la comunidad. Las personas con Síndrome de Down presentan dificultades para el desarrollo de habilidades de autonomía personal que dificultan su independencia.
Para que las personas con Síndrome de Down alcancen una plena integración en la sociedad es necesario conseguir autonomía personal y vida independiente. Para ello, se llevan a cabo programas específicos encaminados a prepararlos para vivir lo más autónomo y autosuficientemente posible con su familia o en pisos con apoyo según necesidad, llevando a cabo tareas de autocuidado, realización de tareas cotidianas y mantenimiento del hogar. Para que poder realizar elecciones y tomar decisiones relacionadas con uno mismo, sin influencia o ayuda externa es necesario: autonomía, autorregulación (auto instrucciones, auto refuerzo…), creencias sobre su capacidad de control y eficacia, conocimiento de sus puntos fuertes y limitaciones.
En general, los niños con Síndrome de Down presentan buenas capacidades sociales, de empatía y de relación interpersonal. Siempre deben potenciarse estos aspectos para favorecer su integración social y su calidad de vida.
Las relaciones y las oportunidades para establecer amistades pueden verse influidas por la autonomía personal e independencia social, por el lenguaje y por el funcionamiento cognitivo. Se deben provocar situaciones, aumentando las posibilidades de interacción, potenciar las amistades y ofrecer los apoyos adecuados necesarios.
Por otra parte, el temperamento, las experiencias en la familia, el colegio, la comunidad… son factores que influyen en sus habilidades sociales.