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Durante los primeros años de vida, los niños con Síndrome de Down muestran signos emocionales positivos y que tienen un punto fuerte en el funcionamiento socio-emocional. Al mismo tiempo, presentan obstinación, una voluntad firme, tendencia a la persistencia de las conductas y resistencia al cambio.
En general, tienen un grado de adaptación social aceptable, por lo que su incorporación a centros escolares ordinarios se produce de forma natural y sin excesivas dificultades. Se muestran interesados en el contacto social, mantienen buenas habilidades de interacción interpersonal, son comunicativos y responden a las demandas del entorno.
Por el contrario, el nivel de interacción espontáneo es bajo, suelen ser dependientes de los adultos, especialmente en las primeras etapas de escolarización, llegando a darse problemas de aislamiento en situaciones de integración. Suelen jugar solos porque así lo eligen o con niños más pequeños.
Existe una relación importante entre habilidades sociales y habilidades de autonomía personal. Estas últimas influyen en el desarrollo personal, en la aceptación por parte de los demás y, por tanto, en una auténtica integración social.
Las personas con Síndrome de Down presentan dificultades para el desarrollo de habilidades de autonomía personal que dificultan su independencia y la plena integración en la sociedad. De esta manera, se deben potenciar las buenas habilidades sociales que sí poseen para mejorar su calidad de vida.